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miércoles, 9 de octubre de 2013

Por qué fracasan los países



Daron Acemoglu y James A. Robinson, autores Foto: thelavinagency.com



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Autor: Daron Acemoglu y James A. Robinson

Editorial: Deusto

Sinópsis

Un libro que sin duda será un referente para todo aquel que busca indagar sobre la desigualdad social a través de la historia y el cómo es posible que países con una herencia cultural similar destaquen y otros se estanquen.

Los autores, Economistas del Massachisetts Institute of Technology (MIT) (Acemoglu) y de la Universidad de Harvard (Robinson), paradójicamente las sedes de enseñanza favorita para nuestros tecnócratas, analizan los orígenes de la riqueza y la prosperidad a lo largo de la historia.

En el libro, se ponen casos actuales (e históricos) como Nogales, Arizona y Nogales, Sonora, ciudades hermanas, con orígenes similares, pero con ingresos percapita dispares, producto de las políticas públicas que imperan en la parte mexicana, donde los mexicanos de Nogales no tienen en su mayoría estudios universitarios y viven 10 años menos que sus contrapartes estadounidenses, todo gracias a las instituciones que gobiernan a unos más eficientemente.

Al respecto, los autores manifiestan; “La razón de que Nogales (Arizona) sea mucho más rica que Nogales (Sonora) es sencilla: se debe a las diferencias existentes entre las instituciones de ambos lados de la frontera”, ya que cada “sociedad funciona con una serie de reglas políticas y económicas creadas e impuestas por el Estado y los ciudadanos colectivamente”.

Agregando: “Las instituciones económicas dan forma a los incentivos económicos: los incentivos para recibir una educación, ahorrar e invertir, innovar y adoptar nuevas tecnologías, etcétera, mientras que las instituciones políticas, determinan bajo qué instituciones económicas se vivirá y son éstas las que determinan cómo funciona el proceso”.

Los autores también ponen los casos de las dos Coreas, las cuales a partir de la segunda guerra mundial, tenían economías similares, sólo que actualmente, los Coreanos del Sur son 100 veces más ricos y prósperos, que sus hermanos allende al paralelo 38.





Un libro plagado de ejemplos, donde nos dicen las diferencias para que en una nación triunfen tipos como Bill Gates y gente como Carlos Slim; mientras el primero fue gracias a su inteligencia e ingenio hizo una fortuna, el segundo fue gracias a sus conexiones políticas en una de las naciones más corruptas, ya que “las instituciones políticas de una nación determinan la capacidad de los ciudadanos de controlar a los políticos e influir en su comportamiento”.

De una manera tajante, los autores refieren que “las reglas con las que acaba la sociedad están determinadas por los políticos: quien tiene el poder y cómo se puede ejercer”.

Rompiendo paradigmas, como las teorías que dicen que las naciones ricas están determinadas por su geografía (como la de Montesquieu, quien decía que los países tropicales eran flojos y por ende menos industriosos), cultura (sostenida por Max Weber, quien decía que las naciones protestantes eran más industriosas que las católicas) y la ignorancia, sostenida por los racistas, quienes dicen que el indio y el negro, son pobres, por flojos y supersticiosos, los autores nos dicen que la pobreza es debido a la falta de visión de quienes detentan el poder.

Tras analizar a lo largo de sus 589 páginas que constan los 15 capítulos de ésta obra atemporal como actual, los autores concluyen que no importa el entorno geográfico, cultural o religioso para que una nación sea rica y próspera, sino los incentivos que dé un estado fuerte y central que haga imperar la legalidad y proporcioné certeza jurídica a los participantes, para que su propiedad (intelectual y física) sea respetada.

Para los autores, los países son pobres “porque quienes toman las decisiones crean la pobreza”, siendo las que generan riqueza las naciones inclusivas, quienes son las garantes del derecho de propiedad, mientras que las extractivas son solo las que extraen las rentas y riquezas en detrimento de las mayorías y en beneficio de una elite parasitaria que vive del trabajo y la explotación.

Como “Motores de la Prosperidad”, los autores refieren a las naciones que den libertad de profesión e igualdad de condiciones, para que “quienes tengan buenas ideas, sean capaces de crear empresas y las empresas menos eficientes sean sustituidas por las más eficientes” cuestión que no ocurre en nuestra nación, poniendo en relieve a Slim, quien gracias a sus conexiones políticas, ha prosperado en nuestro país, mientras que en otras naciones como Estados Unidos, ha sido multado por ejercer prácticas monopólicas.

La tecnología y la educación son los pilares de toda economía inclusiva, aunque las instituciones políticas son determinantes para que haya riqueza y no pobreza, por lo que debe de haber pluralidad y democracia para un crecimiento sostenido, por lo que se debe de abogar por un Estado central y plural, que detentará el monopolio de la violencia legítima como dijo Max Weber.

Tras analizar el origen de la riqueza y las causas que las originaron, los autores llegaron a la conclusión que todo fue gracias a revoluciones y a las ganas de la sociedad de derrocar regímenes autoritarios extractivos como en la Rusia Zarista y en la Francia Monárquica, donde el miedo al cambio, hacía que los ejércitos estuvieran al servicio de una minoría expoliadora y extractiva.

Al respecto, los autores dicen que “los que controlan el poder político finalmente encontraran más beneficioso utilizar su poder para limitar la competencia, aumentar su trozo de pastel o incluso robar o saquear en lugar de apoyar el desarrollo económico”.

Por lo anterior, es indispensable aprovechar las “Coyunturas Criticas” para romper paradigmas y volcarse al cambio, aunque puede ser un arma de doble filo, ya que “puede provocar un giro decisivo en la trayectoria de un país”.

Como bien dicen los autores: “No existen dos sociedades que creen las mismas instituciones, siempre habrá distintas costumbres, diferentes sistemas de derechos de propiedad y variadas formas de despiezar un animal que se ha matado y repartir un botín robado. Algunas sociedades reconocerán la autoridad de los ancianos, otras no; unas lograran algún tipo de centralización temprana, otras no. Las sociedades están constantemente sujetas al conflicto económico y político que se resuelve de distinta forma debido a las diferencias históricas específicas, al papel de los individuos o simplemente, a factores aleatorios”.

No puede haber progreso si no hay un Estado fuerte y sano e incluyente, limitado políticamente por los gobernados, quienes deberán coartar cualquier intento de monopolizar los medios de producción, además de que el Estado debe dar las pautas claras que estimulen la inversión y la innovación.

“Permitir que la gente tome sus propias decisiones a través de los mercados es la mejor forma de que una sociedad utilice eficientemente sus recursos”, dicen los autores, “ya que cuando el Estado o una reducida elite (como en México) controla todos los recursos, ni se crearan los incentivos adecuados ni habrá una asignación eficiente del talento de las personas”.

Mientras haya amiguismo y compadrazgo, y la impunidad sea la moneda de cambio y el crimen organizado sea el poder real en algunas latitudes, no habrá un crecimiento real que se refleje en los bolsillos de los gobernados.

Siempre debe imperar una Ley y un Orden para todos, y que el marco jurídico sea claro y se respete, por lo que siempre será necesario una revolución política basada en la educación, ya que cuando una “elite se beneficia de una extracción, siempre habrá otra que buscará sustituirla” y el desarrollo existe mientras existan las instituciones que lo promovieron, como ocurrió en la desaparecida URSS.

La “destrucción creativa”, es otro fenómeno que impide el desarrollo, ya que sí alguien tiene un invento que puede perjudicar a los tenedores del poder, éstos jamás permitirán que su idea florezca, haciendo que la incompetencia y el amiguismo, sean las monedas de cambio en sociedades como la nuestra, donde avanzamos siguiendo el “Palo y la Zanahoria”, sin una política pública sostenida, ya que aquí, cada seis años se reinventa el gobierno y por ende el país.

Las instituciones son generadoras de cambio y progreso, pero sí son corruptas, sólo generarán retraso, en perjuicio de las generaciones venideras, y veremos como caerá este sistema, por las fallas inherentes en el mismo.

Mientras escribo esta reseña, ¿Cuántos inventores como Bill Gates tienen que arar el campo, o trabajar para subsistir, mientras que las elites parasitarias, siguen engrosando los bolsillos para sus generaciones venideras?

Los cambios son graduales y paulatinos y un incidente bien documentado, como la autoinmolación de un vendedor ambulante como Mohamed Bouazizi en Marruecos en enero del 2011, pueden ser el detonante del cambio, al poner en manifiesto el hartazgo ciudadano que tare consigo el “Status Quo”, un cambio radical como el que sucedió en dicha nación, donde derrocaron un régimen que perduró y expolió a su nación por más de tres décadas, y que creo la revolución de los Jazmines y la Primavera Árabe en Egipto, donde Hosni Mubarak, quien controló férreamente los medios de producción extractivos, fue encarcelado y juzgado.

Las coyunturas críticas están a la vista, pero hay que evitar caer en el canto de las sirenas, de demagogos, que sólo busquen quitar una elite para colocarse ellos mismos, y que el “Status Quo” predominante, siga avante bajo la égida de un nuevo amo y camarilla.

Si no hay riqueza en los bolsillos y los incentivos necesarios para generar nuevas ideas, caerán los tiranos, si no hay una economía con conciencia nacional, habrán revueltas y mientras existan economistas que sigan viendo a la población como números, al igual que los Jerarcas Nazis que veían a los judíos como tales, deshumanizándolos y viéndolos como un problema, que debería tener una “solución final”, seguiremos sumidos en la pobreza, a pesar de tener entre nuestra población al ser más rico del mundo y estar viviendo en uno de los países con más recursos, que bien administrados, podrían hacer que éste país, una nación rica y prospera y que el “milagro Mexicano” no fuera sólo una quimera, sino una realidad.

Un libro para el debate y para la reflexión, un libro para abrir los ojos y conocer la historia de los capitales y la pobreza y de esta manera evitar lo que dijo el filósofo George Santayana: “Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”.

Tomado de losangelespress.org

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