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martes, 31 de enero de 2012

El amor en la política



Nadie en su sano juicio puede desconocer el poder del amor en la construcción de la historia de la humanidad: en la ciencia, en el arte, en la política.

Con todo el carácter subjetivo que entraña esa palabra –de la que puede haber cientos de interpretaciones–, nadie puede desconocer la inmensa influencia objetiva que tiene en todas las actividades del ser humano, desde que nace hasta que muere.
Amor, existencia, realización

Sólo el amor más desinteresado y genuino es el que puede darle sentido pleno a la existencia. De otra manera la vida sería un pesado fardo.
El vacío y neurosis existencial de los que hablan algunos psicólogos, que se traducen en depresión, angustia y soledad se explican entre otras razones por la ausencia de amor.

Sólo dando y recibiendo amor podemos saber que es posible ser felices y comprender lo que se llama felicidad. El amor es un valor, posiblemente el más sublime, el más profundo, el más incomprendido, a veces irracional; pero con todo, y sólo, sólo desde él, podremos realizarnos como personas.

¿Es eros?, ¿es ágape?, ¿es estético?, ¿ético? Qué importa. El más sencillo campesino o el más agudo intelectual sabe que por amor se está dispuesto a morir y luchar: por el amor al otro o por defender a la persona amada. Por amor estaríamos dispuestos y soportar todo sacrificio y dolor.

Como valor o concepto, al amor los podemos distinguir fácilmente de lo que es y no es, pues siempre busca el bien del otro; no es egoísta ni perverso, ni busca lo suyo.

El amor es real y tangible de principio a fin. Por ejemplo, en la lucha por los derechos humanos, el amor se manifiesta en la más auténtica solidaridad y fraternidad.

Amor a la patria

El amor al pueblo, al explotado, al oprimido, al desvalido, ha motivado e impulsado a los libertadores de todas las naciones y de todas las generaciones. Por ello el amor como valor puede encarnarse en la vida de cada persona, en un grupo y en una comunidad; por lo tanto, tiene una connotación social y política.

Por eso nadie puede dar lo que no tiene. De ahí que son necesarios políticos que amen la justicia, que amen el derecho, que amen la patria, que amen la verdad.

No se equivocaron quienes introdujeron la palabra “amor” en la Constitución al señalar que la educación que imparte el Estado debe fomentar “el amor en la patria.”

Los neoliberales lo que menos quieren es que los mexicanos amemos la patria, como la representada por aquella hermosa morena de los libros de texto gratuito, porque eso significa construir una comunidad, una autonomía y un destino común. Por eso fomentan el individualismo y el libre mercado, porque les permite más fácilmente el saqueo de los recursos de la nación.

El amor, fundamento republicano

Tiene razón López Obrador (Fundamentos de la República amorosa, La Jornada, 6 de diciembre de 2011), al sostener que “la inmoralidad es la causa principal de la desigualdad y de la actual tragedia nacional. Dicho en otras palabras: nada ha deteriorado más a México que la corrupción política.”

La decadencia que padecemos –dice– “se ha producido, tanto por la falta de oportunidades de empleo, estudio y otros satisfactores básicos como por la pérdida de valores culturales, morales y espirituales”.

“El sentido de la vida no se reduce sólo a la obtención de lo material, a lo que poseemos o acumulamos. Una persona sin apego a una doctrina o a un código de valores, no necesariamente logra la felicidad. Inclusive, en algunos casos, el triunfar a toda costa, sin escrúpulos morales de ninguna índole, conduce a una vida vacía y deshumanizada. De ahí que deberá buscarse siempre el equilibrio entre lo material y lo espiritual: procurar que a nadie le falte lo indispensable para la sobrevivencia y cultivar nuestros mejores sentimientos de bondad.”

El precandidato de las izquierdas dice que para regenerar la vida pública de México es necesaria una nueva forma de hacer política, “aplicando en prudente armonía tres ideas rectoras: la honestidad, la justicia y el amor. Honestidad y justicia para mejorar las condiciones de vida y alcanzar la tranquilidad y la paz pública; y el amor para promover el bien y lograr la felicidad.”

Renacimiento de México

Señala López Obrador: “no obstante, siendo la corrupción política el principal problema del país y, aunque resulte increíble, es un tema que no aparece en la agenda nacional. Se habla de reformas estructurales de todo tipo, pero este grave asunto no se considera prioritario. Es más, no es tema en el discurso político, por el contrario, en la actualidad se ha extendido la especie del regreso del PRI, con la creencia de que ellos roban pero dejan robar y en el contexto de la máxima, según la cual, quien no transa no avanza.”

Y añade que la honestidad “hay que ponerla en el centro del debate público y de aplicarla como principio básico para la regeneración nacional. Elevar la honestidad a rango supremo nos traería muchos beneficios”.

El amor tiene que ver entonces con toda la vida política nacional: por eso la propuesta para lograr el renacimiento de México –dice López Obrador–, “tiene el propósito de hacer realidad el progreso con justicia y al mismo tiempo auspiciar una manera de vivir sustentada en el amor a la familia, al prójimo, a la naturaleza y a la patria.”

Jaime Hernández Ortiz.-
Tomado de la Jornada Jalisco, ,31 enero 2012

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