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martes, 22 de enero de 2013

Hipocresía y fraude electoral, la cruzada antihambre de Peña Nieto



En México no se ha podido reducir la pobreza alimentaria. Foto: elregio.com


La Cruzada antihambre de Peña Nieto se convertirá en la empresa electoral más grande en la historia de México. Con un PRI anclado a la compra y coacción del voto, la institucionalización de la entrega de despensas será la legalización del fraude electoral y un seguro de vida para el priísmo.

Con una población meta de 7.5 millones de pobres a quienes se les pretende hacer llegar este plan alojado en el Sistema Nacional Contra el Hambre, el PRI cubriría la totalidad, más 2.5 más, de personas a quienes les compró el sufragio en la elección presidencial del 2012, constatado en cinco millones de votos, según cifras de la coalición Movimiento Progresista. Y con elecciones municipales, estatales y federales intermedias a la vista, el absolutismo priísta contará con una herramienta sustancial para su imposición en cada rincón del país.

Durante la campaña presidencial, la coordinación electoral de Peña Nieto adelantó que se crearía este programa, dijeron, como una copia del plan Hambre Cero implementado en Brasil por el presidente Lula que redujo de 60 a 20 millones el número de pobres en ese país. Sin embargo, el plan peñanietista no es ni por mucho una calca del modelo brasileño, sino simple y llanamente una transpolación nacional de un modelo instaurado en el Estado de Hidalgo cuando el hoy secretario de Gobernación mexicano, Miguel Ángel Osorio Chong, era gobernador de esa entidad. Ahí le llamaron Plan Alimentario y trataba única y exclusivamente el reparto de despensas básicas a través del sistema DIF (que por cierto, ahora dirige a nivel nacional la esposa de Osorio Chong, Laura Vargas Carrillo).

Pero el programa de Osorio Chong en nada resolvió la hambruna en Hidalgo, tipificado por la Federación como el quinto estado más pobre de México. A razón de que, entonces, al Gobierno estatal se le olvidó implementar reglas de operación, ley orgánica o mecanismos de transparencia que evitaran lo que finalmente ocurrió: el Plan Alimentario hidalguense fue interceptado por operadores electorales que bajo orden oficial reparten a conveniencia los alimentos (no necesariamente a quien lo necesite) convirtiéndose esto en la herramienta inmediata de coacción electoral que tuvo su prueba de fuego en la elección gubernamental del año 2010 donde el otrora gobernador impuso a su sucesor, Francisco Olvera.

Ése es el plan ahora nacionalizado en la Cruzada Nacional Contra el Hambre. Un programa que ni siquiera puede calificarse de bien intencionado, cuando sus objetivos específicos son político-electorales. Y si no fuera así ¿qué alcances podría tener un plan pensado para 7.5 millones de habitantes, cuando existen 28 millones de mexicanos que literalmente no tienen ni para comer, 10 millones de los cuales son indígenas con hambruna, según Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)?

Además de que este programa no se plantea eliminar las causas de la miseria que están relacionadas con el incentivo de las relaciones mercantiles y la eliminación de derechos sociales, aunado a la cancelación de la organización agrícola y el subsidio a las cosechas que eviten la migración del campo a las urbes donde más y más gente está expuesta al desamparo ¿Qué no es la Cruzada Nacional Contra el Hambre sino una hipocresía perversa de Peña Nieto y los capitales que lo solapan?


Por Alberto Buitre
http://buitre.info

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