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Nada, que cuando toda la clase política del PRI, y los medios que se ocupan de sus actividades, daben por un hecho que el sucesor de Humberto Moreira en el PRI iba a ser el senador Pedro Joaquín Coldwell, los operadores de Enrique Peña Nieto se movieron e impidieron ese que iba a ser una especie de golpe de estado dentro del priismo.
Porque la lealtad de Pedro Joaquín no es hacia Peña Nieto, sino hacia Beltrones, lo que le iba a llevar a actuar como un quintacolumnista en la campaña presidencial priista.
Ahora el PRI tiene una interina, Cristina Díaz, y sus líderes, como en los tiempos de Carlos Salinas de Gortari, quedaron totalmente hechos bolas.
El fantasma del conflicto interno y de la división recorre al PRI, qué gran noticia para la izquierda democrática
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