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jueves, 22 de noviembre de 2012

Cerrar heridas, primera tarea de MORENA: Jaime Avilés





Martí Batres era el candidato natural de la izquierda para el gobierno de la ciudad de México. Sin embargo, Marcelo Ebrard lo vetó precisamente por eso y después de una serie de malas decisiones –entre ellas, la de sostener una efímera alianza con Adolfo Orive, ex asesor de Francisco Labastida para agudizar la represión contra el EZLN después de la matanza de Acteal–, Martí obtuvo una candidatura al Congreso de la Unión que lo convirtió de nuevo en diputado.
Hijo de un militante del Partido Comunista Mexicano y masón por añadidura, que en los nombres de sus hijos plasmó sus convicciones políticas –sus hermanas se llaman Lenia por Lenin, Viétnika por Vietnam y Valentina en honor a las adelitas revolucionarias–, Martí inició su militancia en las filas de la izquierda cuando todavía no era por completo un adolescente.
En 1983, cuando tenía escasos 17 años, ya era un destacado activista del Partido Socialista Unificado de México, y líder de la oposición al grupo que dirigía el comité de ese organismo en la delegación Benito Juárez, donde quien esto escribe se desempeñaba como secretario general. Una de las dos razones por las que pronto abandoné ese cargo fue para no seguir luchando contra Martí Batres (la otra fue porque yo no tenía madera para esa actividad, que exige además de vocación una dedicación absoluta, la paciencia de Job y muchas otras cualidades).
Al paso de los años, incorporado a la corriente de René Bejarano y Dolores Padierna en el PRD, Martí Batres inició una brillante carrera en la lucha parlamentaria, pues fue diputado a la Asamblea Legislativa del DF y coordinador de la fracción perredista; luego diputado federal, en donde ocupó el mismo cargo, y en seguida, durante el sexenio de López Obrador en el GDF, secretario de Desarrollo Social, misma posición que tuvo también en el gabinete de Ebrard hasta que éste lo despidió echándolo casi a patadas.
Como presidente del PRD en la ciudad de México, Martí cometió el inolvidable error de impulsar la fabricación de leche de pésima calidad, denominada Betty, para fomentar el clientelismo de su partido en las regiones marginales de la capital.
Vapuleado por la prensa en forma implacable, aprendió la lección, maduró y en el curso de la lucha contra el desafuero de AMLO –en donde volvimos a encontrarnos, ahora aliados en torno al proyecto del político tabasqueño– fue un magnífico exponente y en múltiples ocasiones pude observar de cerca, no exento de envidia, su capacidad para almacenar sistematizar y explicar una cantidad abrumadora de datos.
A lo largo del sexenio de Ebrard, rompió con René Bejarano, a quien ahora deberá fiscalizar ahí donde el esposo de Padierna movió a sus legiones de taxistas y solicitantes de vivienda para incrustar a sus incondicionales en no pocos comités distritales de Morena en la ciudad de México. Al actuar de tal modo, Bejarano violó la regla de oro del movimiento que este fin de semana decidió transformarse en partido político y que consiste en prohibir la doble militancia.
Muchos genuinos simpatizantes de AMLO quedaron a la orilla del camino durante el proceso organizador del congreso fundacional de Morena por esa causa. Sin embargo, gente tan nefasta como los dirigentes del Partido del Trabajo se adueñaron de la estructura de Morena en Durango, tal como el PRD de Bejarano lo hizo en el DF, y poner orden en ambos puntos de la geografía –y en otros donde haya ocurrido otro tanto– será una de las tareas que Martí deberá emprender con urgencia, para recuperar a quienes, ajenos a los aparatos partidarios, quisieron ser delegados al congreso y fueron planchados y barridos.
En otras regiones del país, sucedió lo contrario: los cuadros más cercanos a López Obrador impidieron que se colaran líderes de organizaciones que intentaron tener presencia en Morena sin renunciar a su militancia anterior y cuyos seguidores se sienten excluidos y marginados, por lo que la nueva dirigencia de Morena, que desde ayer preside Martí Batres, habrá de recuperarlos y atraerlos a este proyecto, diseñado por AMLO, quien por primera vez en su carrera política no tendrá que tragar sapos para contentar a jefes de tribus oportunistas que tantas veces lo traicionaron, tratándolo en ocasiones como si fuera su peor enemigo.
Con colaboradores de lujo como doña Rosario Ibarra de Piedra, Clara Brugada, el maestro Bernardo Bátiz, Paco Ignacio Taibo II, Pablo Moctezuma Barragán, Jesús Ramírez Cuevas y otros de los que ya hablaremos, Martí Batres y la secretaria general de Morena, Berta Elena Luján, destacan como los pilares de un equipo en el que, por desgracia, una vez más, la política exterior carecerá de la importancia que requiere en las actuales circunstancias del mundo.
Por Jaime Avilés
Fuente: Fuentes Fidedignas

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