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martes, 4 de diciembre de 2012

Perros de reserva: Jaime Avilés



Tepito le cierra el paso a los granaderos que venían tras los chicos del #YoSoy132. Foto: @pequerubio


En el principio fue el cerco.

El sebo. El señuelo. La carnada.

No había ningún peligro, ninguna amenaza.

Ni Al-Qaeda, ni ETA ni nadie.

Era sólo un anzuelo echado a una fuente de gran irritación.

Los primeros que protestaron fueron los vecinos.

Después, la ciudad, toda la ciudad.

Y la indignación acumulada desde julio se hizo carne.

Y la carne furia. Y la furia sangre en estado de hervor.

Entonces aparecieron los declamadores.

“Iré a San Lázaro como ciudadano”, tuiteó un periodista.

Y el cerco, vuelto imán, atrajo a miles y miles.

“Todos a la calle”, tuiteó Taibo 2 a las siete de la mañana.

Lista la provocación, comenzó la obra de teatro.

La trágica obra de teatro.


PRIMER ACTO

Soldados de la Policía Federal, de macizos brazos.

Encapuchados como manifestantes, se dejaron retratar.

Preparando bombas molotov con botellas de vino tinto.

La bebida, ya se sabe, favorita de los jóvenes de la UACM.

Y de la UNAM. Con toda calma, sabiéndose impunes.

Las llenaron de gasolina, les metieron trapos y les pegaron fuego.

Y entonces, a una orden, ante los gritos y los carteles pacíficos.

De aquellos que aprendieron a protestar sin romper un vidrio.

Los soldados de García Luna, disfrazados de anarquistas.

Atacaron ferozmente a sus propios compañeros, que temblaban.

Detrás de las vallas del cerco.

SEGUNDO ACTO

Soldados de la Policía Federal, blindados con escudos, cascos…

Rodilleras, conchas, macanas, chalecos de acero.

Con genuina sorpresa porque sin duda no estaban prevenidos.

Recibieron los obuses de vidrios en llamas y se cagaron de miedo.

“Anoche, cuando ya estaba oscuro, un granadero hablaba por celular.

Oí cuando dijo: Este ha sido el peor día de mi vida”, tuiteó después

@Ladelcabaret, sin llegar a ver la cara del gorila devuelto a su condición.

Humana, que así se quejaba.

Pero continuemos la crónica.

Ante las primeras agresiones de los “anarquistas” –los mismos del G-8

en Génova, los mismos de Seattle, los mismos de Guadalajara 2004—, los

porros que madrearon a opositores de Peña Nieto durante toda la campaña…

Ante las primeras molotov, repito, los soldados de la PF respondieron.

Con granadas de gas lacrimógeno y, en seguida, con balas de goma.

Que no son de goma sino de madera y están prohibidas en toda Europa.

Menos en la España fascista de Rajoy.

Un hombre de 67 años, simpatizante del EZLN, perdió el sentido, la masa

Encefálica y litros de sangre cuando un proyectil le reventó la frente.

Un estudiante de la UACM perdió un ojo y como en Tlatelolco 1968, fue

Detenido en el hospital acusado de terrorismo.

Así estalló el terror que se prolongó siete horas pero durará seis años.

Seis años más. Otros seis largos e insoportables años.

TERCER ACTO

Soldados de la Policía Federal disfrazados de Ciro Gómez Leyva.

Blindados detrás de sus cámaras y micrófonos por los toletes y escudos.

Los cascos, las rodilleras, las conchas (vacías) y las balas de goma.

De la calumnia, el odio sistémico, el pánico al pueblo y la impunidad.

Entraron en escena culpando, por supuesto, a Andrés Manuel López Obrador.

Todo un diseño, dividido en tres tiempos.

La provocación. La violencia. (la ira desbordada, el combate en defensa propia

de las humildes y bíblicas piedras contra las balas de goma del FMI que exigen

nuestro petróleo, el que todavía quede, y nuestra sangre,.

Toda la sangre nuestra que se necesaria.

Para que el corazón de México deje de latir).

EPÍLOGO

Cuando cayó el telón, Marcelo Ebrard se quitó la máscara y la peluca.

Y se echó en los brazos de Peña Muerte, como ahora le dice la gente.

Al nuevo usurpador.

“El gobierno federal se solidariza con el GDF por la agresión que sufrió”.

Así expresaron la grandeza de su descaro los del PRI.

Y los ojos de Ebrard se llenaron de lágrimas conmovidas.

Por Jaime Avilés
@Desfiladero132
Fuentes Fidedignas

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