Foto: Red |
Desde siempre la mujer ha cumplido con su destino como compañera idónea del hombre; pues así como el hombre es la mayor creación y representación del Altísimo en la tierra, la mujer es el sexto sentido, voz interior y fuente de vida para el hombre, que le permite a los mismos alcanzar la exaltación.
La Biblia testifica que la mayor riqueza con la que un varón puede ser bendecido es el amor de una mujer virtuosa, cuya espiritualidad y sentimientos le den significado y dirección al barco de su vida. Para ello es imperativo que la mujer reconozca y abrace su herencia divina y real linaje para llevar a cabo su más grande propósito, misión y llamamiento en la tierra: ¡el de ser mujer!
En todo tiempo la mujer necesita construir su vida y la de sus seres queridos sobre la roca del conocimiento académico y espiritual, convicción de valores y principios, y educación y trabajo, por ende, es triste presenciar la vida de una mujer sentenciada al silencio, opresión, abuso y aislamiento en naciones subdesarrolladas o radicales religiosa y/o políticamente. ¿A quién culpar? Nadie más culpable que la mujer, pues es casi imposible exigir respeto de los demás, cuando se es incapaz de respetarse a sí misma, negándole así a dichas naciones la valiosa contribución de la mujer capaz de pensar y sentir con una visión amplia y eterna, que transciende las pequeñeces humanas y asciende a sus hijos y futuras generaciones a transformarse en la grandeza de su Ser mayor.
Sin lugar a duda el movimiento feminista, lejos de posicionar los derechos de la mujer en la sociedad, la han hundido en su valor, por lo que la mujer debe de ser educada y preparada, ya sea que ejerza su profesión o no, para poder desarrollarse y contribuir al bienestar de su hogar y de la sociedad. Sin embargo, la misma debe de evitar sacrificar el bienestar de su hogar por logros profesionales o seculares.
Revestida con determinación y coraje, la mujer de valor se convierte en cazadora y guerrera si las circunstancias lo requieren; su sentido de belleza proviene de su capacidad de amar, perdonar y entregarse; y su modestia y candor la hacen ser deseada y apreciada, pues ya sea virgen o no, vive en castidad hasta darse con honor y dignidad.
En un mundo agobiado por guerras, hambre, pena y dolor, la mujer es el pilar capaz de hacer la diferencia en su hogar y con su prójimo. Después de todo lo dicho y hecho, ¿debe la mujer ser sumisa ante el hombre? Sí, debe serlo ante el hombre que sabe ser sumiso ante el Creador y al mismo tiempo la mujer debe asumir la responsabilidad y liderazgo en el glorioso desempeño de su valor…
Cuando una mujer cría a un niño, levanta a un hombre; cuando una mujer cría a una niña, levanta una nación.
La Biblia testifica que la mayor riqueza con la que un varón puede ser bendecido es el amor de una mujer virtuosa, cuya espiritualidad y sentimientos le den significado y dirección al barco de su vida. Para ello es imperativo que la mujer reconozca y abrace su herencia divina y real linaje para llevar a cabo su más grande propósito, misión y llamamiento en la tierra: ¡el de ser mujer!
En todo tiempo la mujer necesita construir su vida y la de sus seres queridos sobre la roca del conocimiento académico y espiritual, convicción de valores y principios, y educación y trabajo, por ende, es triste presenciar la vida de una mujer sentenciada al silencio, opresión, abuso y aislamiento en naciones subdesarrolladas o radicales religiosa y/o políticamente. ¿A quién culpar? Nadie más culpable que la mujer, pues es casi imposible exigir respeto de los demás, cuando se es incapaz de respetarse a sí misma, negándole así a dichas naciones la valiosa contribución de la mujer capaz de pensar y sentir con una visión amplia y eterna, que transciende las pequeñeces humanas y asciende a sus hijos y futuras generaciones a transformarse en la grandeza de su Ser mayor.
Sin lugar a duda el movimiento feminista, lejos de posicionar los derechos de la mujer en la sociedad, la han hundido en su valor, por lo que la mujer debe de ser educada y preparada, ya sea que ejerza su profesión o no, para poder desarrollarse y contribuir al bienestar de su hogar y de la sociedad. Sin embargo, la misma debe de evitar sacrificar el bienestar de su hogar por logros profesionales o seculares.
Revestida con determinación y coraje, la mujer de valor se convierte en cazadora y guerrera si las circunstancias lo requieren; su sentido de belleza proviene de su capacidad de amar, perdonar y entregarse; y su modestia y candor la hacen ser deseada y apreciada, pues ya sea virgen o no, vive en castidad hasta darse con honor y dignidad.
En un mundo agobiado por guerras, hambre, pena y dolor, la mujer es el pilar capaz de hacer la diferencia en su hogar y con su prójimo. Después de todo lo dicho y hecho, ¿debe la mujer ser sumisa ante el hombre? Sí, debe serlo ante el hombre que sabe ser sumiso ante el Creador y al mismo tiempo la mujer debe asumir la responsabilidad y liderazgo en el glorioso desempeño de su valor…
Cuando una mujer cría a un niño, levanta a un hombre; cuando una mujer cría a una niña, levanta una nación.
Por Diana Benavides*
*Este escrito es propiedad y derechos reservados de su autora, Diana Benavides.
*Este escrito es propiedad y derechos reservados de su autora, Diana Benavides.
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