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miércoles, 28 de noviembre de 2012

El sueño hidalguense






Decidir hablar de ideas y no de personas, es una tarea por demás hidalguense, sin embargo compartir una lección de vida, ya sea por un curso de liderazgo o por entendimiento virtuoso, sienta bien a cualquiera, más ahora cuando la percepción de las virtudes puede estar distorsionada, lo cierto es que la vida se resume en una cosa muy simple desde mi punto de vista muy personal, ser un buen ser humano.
Sobre los tratados morales se ha escrito mucho, uno de los más antigüos tal vez sea Confucio, así  se refirió asimismo: "transmito, no invento. Siento confianza y querencia hacia la antigüedad".  "Aquél que, repasando lo sabido, aprende de ello algo nuevo puede ser maestro".
En nuestra actualidad en donde nuestros políticos o sociedad parecen haber perdido sus cualidades propiciadoras y civilizadoras, es decir su virtud, considero que cualquiera puede ser hidalgo, cualquiera puede perfeccionarse a sí mismo, es posible aspirar a la "humanidad" (ren) y convertirse en hidalgo (nobleza). Basta con desearlo y con mostrar firmeza en el afán de aprendizaje, ya que todos los hombres son iguales al nacer; sólo la educación, la experiencia y las costumbres los diferencian: "las naturalezas humanas allegan, los hábitos distancian". Sobre el "ren", concepto central del pensamiento confuciano, podría decirse que es la virtud de virtudes, ya que incluye todas las demás: es la humanidad perfecta. En ningún momento da Confucio una definición absoluta del rén ("¿Puede hablarse con ligereza de lo que difícilmente se lleva a la práctica?"), pero sí a pinceladas, siempre teniendo en cuenta la personalidad del discípulo que lo interroga. Para ser ren hay que amar a los seres humanos, ser benevolente, no infligir a los demás lo que uno no quiere que los demás le inflijan; ser justo y actuar siempre con equidad de acuerdo con cada circunstancia y jamás en función del provecho, ni en espera de un logro; ser universal, imparcial, y carecer de prejuicios; leal y entregado, sincero y cumplidor de la palabra dada; respetuoso consigo mismo y con los demás (muy especialmente con los padres); bondadoso y compasivo.
Quien aspira a ren pone el mayor cuidado en cuanto emprende, da ejemplo en todo, perfecciona a los demás perfeccionándose a sí mismo, beneficia a los demás con lo que beneficia a sí mismo. Para ello, practica la introspección: conocerse a sí mismo es esencial para conocer al otro y saber qué puede uno aportarle o aprender de él; y también la observación: "a cada hombre su modo de errar. Observando los errores, se conoce su humanidad", y "Observa cómo actúa. Considera sus motivaciones. Averigüe lo que le proporciona bienestar. ¿Qué puede el hombre ocultar?"
Por autodominio hay que entender la idea de superarnos a nosotros mismos, de simple arcilla hacernos una obra de arte, mediante el aprendizaje constante, la práctica de las normas, el uso de nuestra capacidad cuestionadora y el amor al prójimo. ¿Dominar qué? Desde la perspectiva confuciana, dominar nuestras emociones desordenadas, nuestra actitud de hacer las cosas sin meditar y nuestra falta de respeto hacia los otros seres humanos. El maestro insistía que ren implica una relación fraternal y respetuosa. “Consiste en que cuando salgas de tu casa, te comportes con todos como si fueran importantes personajes,  fácilmente podemos apreciar la conexión de la virtud más alta con el amor. No hay virtud de la humanidad sin amor al prójimo".

Eva-María Schuster

Twitter @laahimsa
e-mail   schustere@hotmail.com

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