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domingo, 22 de diciembre de 2013

Otra vez las promesas



Luis Videgaray Caso, titular de la Secretaría de Hacienda




Ahora sí a crecer dijo el presidente (¡hasta más del 5% aseguró la Secretaría de Hacienda!) y a generar un montón de empleos y además, bien pagados, según dice la publicidad.

Tanto optimismo se debe a la aprobación de la reforma energética que, según nos ha prometido el
mandatario, será detonadora de desarrollo y de riqueza para el país.

La burra no era arisca, dice el dicho, pero no es la primera vez que nos hacen promesas de que, como me escribe una lectora, “todos vamos a ser millonetas”.

¿No nos juró Echeverría riqueza gracias al turismo cuando abrió playas? ¿Y López Portillo cuando se descubrieron yacimientos petroleros? ¿Y Salinas cuando se abrió la puerta a capitales extranjeros?

Luego las playas terminaron en corrupción, los dólares del petróleo en manos de particulares y los capitales de fuera en la bolsa, de la que un día migraron como golondrinas a mejores climas llevándonos a una brutal devaluación.

Lo mismo pasó con la reconversión industrial cuando le entramos a la maquila que “se convirtió en el núcleo central del modelo económico debido a su crecimiento casi explosivo en términos de empleo y producción”. Pero también un día sin más se fue a sitios donde los costos eran más bajos. Y con la firma del TLC con EU y Canadá que iba a salvarnos al integrar al país a la economía mundial, pero no lo consiguió y en cambio la industria nacional se cayó porque no pudo competir con las transnacionales y el campo se convirtió en una catástrofe.


Un buen ejemplo de estos sueños de riqueza que terminan en nada es el de los casinos.

Cuando aún estaban prohibidos y los empresarios luchaban por eliminar esa prohibición, la Asociación Mexicana de Desarrolladores Turísticos afirmó que ellos significarían inversiones superiores a los 3 500 millones de dólares y generación de 200 mil empleos directos. Además aseguraron que se daría al juego “un sentido social”, porque se los gravaría con “por lo menos un 10% de su ingreso total” y se los obligaría a proporcionar servicios, escuelas y calles en los sitios en los que se instalaran, e incluso a entregar un 3% de acciones a alguna institución de asistencia social. En las cifras alegres del Consejo Nacional Empresarial Turístico, “el gobierno captaría mil 315 millones de dólares en impuestos”, de los cuales, según un diputado, el 40% quedaría para los municipios y comunidades, el 8% para los estados y el 2% para la federación: “Se trata de entre 20 y 30 mil millones de dólares, un monto tres veces superior a lo que se obtiene hoy por la venta de petróleo, cantidad tan fabulosa que permitiría eliminar el IVA a alimentos y medicinas”. El empresario José María Guardia, afirmó que estos negocios de plano servirían para “abatir la pobreza”.


Y sin embargo, la realidad no fue así. Los casinos no trajeron ningún bienestar, ninguna mejora en los lugares en los que se han instalado, y en cambio han sido cobijo para la corrupción y la ilegalidad de funcionarios, políticos, legisladores e incluso jueces y de la delincuencia que está metida en ellos, a pesar de que habían jurado que eso jamás sucedería pues “ellos obedecerían la ley ya que se trata de negocios con participación abierta y reglas claras”.

¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano? se preguntaba Chava Flores. La pregunta viene al caso porque la promesa de las riquezas que tendremos con la reforma energética se parece demasiado a otras.

¿Por qué ahora sería diferente si nuestra cultura no ha cambiado?


Lo que haremos será arrancarle hasta el último centavo a la gallina de los huevos de oro y luego dilapidar los enormes flujos de dinero, sin aprovechar para convertirlos en motores del desarrollo. Y entonces diremos, como en ocasiones anteriores, que los miles de millones que llegaron “por desgracia” se volatilizaron.

Por Sara Sefchovich
El Universal/Diciembre 22, 2013
sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefchovich.com
Escritora e investigadora en la UNAM

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